Queremos pedir perdón porque queremos que nos absuelvan, que no quede duda de que fuimos inocentes. Queremos perdonar para sentirnos grandes moralmente, sentir que son banalidades y que conocemos a la persona, y que se trata de una relación incondicional. Porque nos gustan los respaldos, y las certidumbres, esas luces (encendedores en los conciertos) que nos orientan y la relación se vuelve agarrarnos la mano sudada en tiempos de peligro- te necesito. Pero luego sale el sol y nace tu sombra -¡qué presencia!- ves las muecas de desconfianza y burla y desasosegada, sueltas la mano que nunca fue tan pura y caminas sola.
No muere ese impulso, esa necesidad de amor, la latencia en realidad de querer encontrar a alguien, a una persona, que te llegue con todo.
(Cada vez es más una fantasía, cada vez te ensucias más y te derrites en lágrimas por todo ese caos externo que sí acabó con tu pureza, y te alejas, rota ahora, lista por fin para interactuar con los demás porque has caído y ya eres como ellos).
Yo era un jabón blanco y curvilíneo, que se manchaba pero ERA limpieza. Pero ensuciaron el único jabón que quedaba, y sólo uno más grande lo podría remediar. Eso no pasa.
26 nov 2009
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