30 ago 2010

Nuestro fuego

¡Hay que matar al
vomitador de palabras!
Al azul frío de
nuestro fuego
de cuerpo y sueños,
la base de la
sedienta llama
que le recuerda
y la llama (nombra),
la cuerda (verbo
que fluye abismos
creýéndose tierra
y es puro espejismo
con ojos de hielo).
¡Pero verdad!
¡Es la parte más caliente!

28 ago 2010

Devendra Banhart

¿Por qué decimos que la música nos "eleva", o que es "el viaje puro, puro viaje"? Hay algo en la música de movimiento, de flujo, de aire y agua que mata la gravedad de la tierra. La música incita los ojos: lo que vemos se ajusta a un nuevo (des)orden y baila. Si decidimos no ver, la música dibuja figuras coloridas y móviles. No tiene nada de estático la música, y nos permite desenvolvernos como podemos en sueños, o en el mar, donde nada pesa.

Pero también hay algo de la música inseparable de la tierra, del hogar. La música sabia y conciente vuela como un papalote, celebrando en el vuelo el placer de tocar tierra y tener centro, placer que cualquier marinero conoce después de largas noches en tormentas vertiginosas. Sin ser confesional, la poesía es siempre de la sangre, y siguiendo esta noción de hacer vibrar con contenido real la expresión artística, la música es siempre de la tierra. Yo escuchaba Devendra en mi nueva casa abriendo cajas de mudanza, con luz tenue y la compañía fibrosa de mi mamá y mi mejor amiga. La voz profunda y desvergonzada de Devendra, expresiva pero juguetona, que a ratos se ausentaba para experimentar con las sutilezas de suaves acordes acústicos, encajó con todas y ayudó impulsar las primeras experiencias hogareñas en el nuevo espacio. El sentimiento incompleto de hogar siempre tiene en el fondo la añoranza. Hermosa añoranza, añoranza quieta, añoranza aceptada que flota y... eleva. Eleva con todo y las cajas, paredes, piso, y perrita.

Era díficil saber qué esperar en un concierto; definitivamente es música más privada, a lo mucho para reunirse con una bola de buenos amigos en una sala semi-oscura o bien en un picnic en el bosque. Aseguro que varios se desconcertaron, placenteramente, al estar en un concierto de la música que acostumbran escuchar tirados en su cama después de unos buenos toques. Cerraban los ojos y se sentían en su cuarto... definitivamente la forma de disfrutar este concierto era cerrando los ojos y dejando que las sutilezas del viaje te arrullaran. Pero fue muy difícil lograr adentrarse. O uno se adentraba mucho, y casi se quedaba dormido; despertaba casi chocando con la persona de al lado que muchas veces parecía no estar poniendo atención. Si no, los vendedores de cerveza pasaban entre la gente, la multitud platicaba entre sí, se conocía, intercambiaba eufóricamente encendedores, vasos y cigarros, como si el concierto estuviera de fondo. Y es que simplemente, el sonido no estaba tan bueno. Varias veces llegó a rechinar con tanto estruendo que tuve que suspender el esfuerzo de apreciar lo que tocaba y apretar los labios en disonancia.

Aunque es difícil saber qué esperar, uno definitivamente fantasea. Idealiza, imagina lo que la música misma a ellos les transmite que debería ser un concierto en vivo, con qué ambiente y con qué gente. Yo en mi volada cabecita imaginaba el salón vuelto paraíso psicodélico, el escenario extrañamente al nivel del piso, Devendra con pelo largo y barbota, quizá con un porro en la mano, haciendo sonar su voz pura mientras todos los freaks pandrosos bailaban a su alrededor, sintiéndose en comunidad. Me imaginaba encontrándome al chico hermoso que ya dos veces me topo en la entrada de mi edificio y que, ya dos veces, me dijo que no vive ahí pero me preguntó mi nombre, y la segunda vez, mi número de departamento. Nos reconocíamos desde el otro lado del cuarto y todos nos abrían paso hasta que nos acercábamos, y sin palabras, celebrábamos la climática fatalidad de nuestros encuentros casuales. Devendra improvisaba una canción en nuestro honor. Temo que a veces es mejor no ir a ciertos conciertos porque uno los idealiza tan, tan trágicamente, mal.

Lo primero que imaginé mal y confirmé desde antes de entrar, fue la gente. Definitivamente la música que yo más creo "de la tierra y del pueblo", en un país como el nuestro que además está en crisis económica, es mercado para muchos fresas. Verdaderamente hubo de todo, pero hubo mucho de personas que sabes, porque se nota, que no viven esa música de la misma forma que tú. Y no está mal, simplemente sorprende. También imaginé mal la apariencia y la actitud de Devendra, que lejos de ser el personaje hipnotizante y bizarro que yo imaginaba, sin pelo largo o vestimenta fuera de lo común, apenas destacaba en el escenario.

Finalmente, fue una combinación de presencia débil en el escenario y respuesta débil del público que, junto con el mal sonido, y claro, las altas expectativas que había tenido, hizo que mi experiencia fuera más extenuante que placentera. Volteaba mucho a mi alrededor para ver si era yo la del problema: obtuve confirmaciones varias, pero también la confirmación de que es hasta cierto punto ilusoria la comunión en los conciertos; quizá cuando uno lo siente es porque él solito está entrado y se siente conectado con todos. Pero para mí misma, concluí que tener este tipo de revelaciones en un concierto era indicador de que no me había metido en la música, porque cuando es verdaderamente bueno y me absorbe, ni siquiera dudo, no pienso. Creo que lo que no sentí en el concierto fue la quietud y el silencio que palpitan en su música, había demasiado ruido. Tampoco fue tan de mi gusto el repertorio de canciones que eligió, faltaron muchas de mis favoritas.

No dejaré que Devendra caiga de mi gracia como lo que es y siempre ha sido, pero definitivamente su presencia escénica me convenció de su convencionalidad y probablemente poca permanencia en el mundo de la música. Es, tristemente, algo inseguro. Su imagen, que fuerte y bien lograda constituiría una personalidad absorbente, al caer en la artificialidad causa un poco de bochorno, incluso para el espectador consigo mismo.

Sin embargo, hubieron varias canciones que bailé con una sonrisota en la cara, y seguramente si el sonido hubiera estado mejor, mi crítica sería otra. Te queremos, Devendra. Solamente preferiré admirarte y escucharte en la comodidad de mi recámara, idealizando y fantaseando con lo que me transmites sin quererlo.




26 ago 2010

Para caídas

Constante constantes constante
Es
Instante
Es
Que desde cuándo tienes enferma la voluntad
Que desde cuándo crees que no ves
O ves por virdios borrosos
Imágenes distorcionadas.
Donde desde cuándo tienes enfermo el entendimiento
Donde desde cuándo ves que no crees
O crees por venas amargas
Que aguardan la muerte
Preguntas de estrés.

Que crees la palabra
No la ves
Ya nada lo palpas
Con pies.
Raíces cuelgan…

Tan trabado todo
se ha vuelto un adiós en paracaídas.

24 ago 2010

La importancia del gel

Entre todas las clasificaciones binarias de gente que existe, siempre me ha parecido la más adecuada la que distingue entre quienes usan gel en el pelo y quienes no. La serie de valores y cosmovisiones que implica el untarse una pomada para la rigidez del cabello tiene una relevancia mucho más profunda que la elección, por ejemplo, de ser o no vegetariano. Decidir ser vegetariano implica una postura activa sobre cierta “limpieza” del cuerpo y una ética ambiental, pero finalmente norma la ingestión de alimentos, algo que no le es siquiera evidente a quienes te rodean. Usar gel también involucra una relación con el cuerpo, pero tiene que ver con algo mucho más importante: los límites geográficos que marca la humanidad.

Fue el año de 1929 en Birmingham, Inglaterra que se introdujo en el mercado una crema para mantener el cabello “en su lugar”. Desde entonces, el gel para el cabello no nos ha abandonado. Ha pasado por distintas épocas de popularidad, notablemente durante los años cincuenta, que decayó en la época de los 60. Es inevitable hacer la asociación entre una década que se caracterizó por el establecimiento de roles sociales rígidos e inamovibles, y roles familiares dentro de éstos, con horarios fijos y rutinarios para normar las actividades, y el aumento en el uso del gel. Hablo, por supuesto, de un fenómeno general que ocurrió en Estados Unidos después del caos de la Segunda Guerra Mundial, donde se solidificaron los principios y valores del American dream. No es coincidencia que en la década siguiente, que se caracterizó por un espíritu de rebeldía ante las fachadas de la sociedad y política occidental y un desenfrenado afán por la creación artística y el cambio, el uso de gel haya disminuido desproporcionalmente. Tampoco es coincidencia que en la década de los 80, con la maduración de otra generación que enfrentó las consecuencias de un renacimiento idealista, como la aparición y propagación del SIDA, junto con el condón, nos hayamos puesto gel de nuevo.

¿Será entonces coincidencia que el gel haya entrado en el mercado el mismo año que cayó la bolsa en la peor crisis económica de los tiempos modernos, posiblemente exceptuando la más reciente? ¿Se debe ver como un augurio o una reacción inmediata a la necesidad de apretar y asegurar? ¿Y qué nos dice el hecho de que el gel haya surgido en Inglaterra? Sin duda fue por algo. Hay un impulso en la humanidad que no gusta de los extremos, de la imaginación desbordante que puede cambiar nuestra relación con el entorno incluso a niveles físicos. En un país que fue el primero en Europa en decapitar al rey, y que es admirado por la creatividad temática, y soltura al elaborarla, de sus escritores, es natural que ese impulso conservador y abrumado salga con algo para encontrar un equilibrio. En este caso, esa fuerza inventó el gel para pelo.

¿Qué motiva este impulso y qué tiene que ver con los límites geográficos? Es evidente que, siendo propia de la humanidad, es mucho más antigua que el gel de pelo, y sería interesante encontrar equivalentes del gel a lo largo de la historia. Ese impulso se activa por el miedo a la pérdida de control y la necesidad de establecer límites fijos. Podríamos decir que nace de la mano de la duda e incertidumbre, síntomas claros del malestar por conciencia y conocimiento. Visto así, la primera reacción ante un salto del hombre fue la aparición de la ropa cuando Adán y Eva terminaron de digerir esa fatal manzana. Ya no eran parte del jardín, vieron y se sintieron vistos, y sintieron la necesidad de ocultarse, de poner una barrera material entre ellos y su entorno.
Poco a poco a lo largo de la historia, fuimos asimilando e incorporando elaboraciones de esta primitiva barrera material (la que tapaba sólo nuestros genitales), como son las camisas, los pantalones, los zapatos, los calzones y, particularmente para la delimitación de las mujeres, los corsés y brassieres. Cada elemento se ha ido absorbiendo hasta pasar desapercibido como algo usual del hombre, de la misma forma que se aceptan como naturales las fronteras cada vez más específicas entre países, y las calles y banquetas en el paisaje que nos rodea. Aunque el enfoque de este ensayo sea, para poder generalizar sin tantas especificaciones, el mundo occidental, es iluminante notar que en varias culturas orientales, mucho más estáticas y ordenadas, la estética siempre ha sido mucho más rígida. Se ha optado por remarcar los límites de los rasgos faciales femeninos y por vestir con ropa muy recta y cuadrada. En China, una fijación por los pies pequeños ha llevado a que las mujeres de la nobleza compriman sus pies con tablas de madera para que no crezcan más de lo deseado. En la religión islámica, la obsesión por separar los límites del cuerpo de la mujer y aislarlo de su entorno ha llevado a la imposición de trajes sofocantes que a veces sólo descubren los ojos: las mujeres siguen pudiendo ver, pero ya nada de ellas es visto.
Entonces, en Occidente… es cierto que se ha acentuado la ambigüedad y relatividad de las ideas y del lenguaje, y por ende, de cualquier sentido absoluto, en el transcurso de la historia. Es donde más se ha cuestionado y rebelado contra regímenes, esquemas y estructuras opresivas e insuficientes; donde más vueltas hemos dado reconociendo y jugando con, no sólo la palabra, sino la palabra que persigue la palabra, no sólo el pensamiento, sino el pensamiento que sabe que se piensa, y es donde más perdidos nos sentimos. Somos la cultura sedienta, la que sabe que Ítaca no se va a ninguna parte y quiere emprender odiseas. Pero de pronto nos damos cuenta que el viaje está en nosotros y entonces llegar a Ítaca no nos brinda ninguna clase de tranquilidad: síndrome del hombre sedentario. ¡Qué tal el espíritu de descubrir Américas donde ahora sí podremos poner en práctica los ideales civilizados en una tabula rasa y lograr las Utopías!… la manzana sólo fue la primera caída, ha habido varias muertes. Varias pérdidas de inocencia. Y con cualquier pérdida de inocencia, viene la culpa. Y la culpa casi nunca se supera. Después de la culpa, viene el gel para el pelo.

Es muy extraño observar, y a mí en lo personal me genera un sentimiento de profunda disonancia, a madres greñudas peinando a sus hijas e hijos con grandes cantidades de gel. Hay más niños que adultos con gel, por lo menos en ciertos sectores de la sociedad, y casi siempre –exceptuando algunos niños creativos que ven en el gel la oportunidad de, en vez de aplastar, ampliar el volumen de su cabello y jugar con su forma (aunque seguramente estas manifestaciones artísticas se ven rápidamente sancionadas por los neuróticos padres) —se quejan de su consistencia incómoda y la comezón de lo duro que tan poco natural es para su pelo. Estos padres parecen estarse adelantando la caída de la infancia y repitiendo el gesto defensivo de ese impulso ordenador una y otra vez. “Tal vez es mejor evitar totalmente una caída: nuestros antepasados erraron, no tienes por qué tropezar por los mismos caminos. Si desde chico tienes principios morales sólidos y un peinado bien aliñado, no tiene por qué ocurrirte ningún mal”.

Un aspecto importante del gel es el carácter liso, duro y brilloso. En las concepciones estéticas del hombre siempre ha habido una preferencia por lo transparente; el agua se ha asociado con pureza, y mientras más brille, más limpia está. Lo liso es preferente a lo rugoso, como nos demuestran las cremas anti-acné y anti-arrugas y, antes de eso, la imagen de la doncella con “piel de nieve” contra la bruja con una gran verruga. No nos gustan las áreas grises, lo turbio, lo mulato. Lo duro da más confianza que lo aguado, como demuestran los programas de fitness para tener un abdomen de acero, y los nudos ya no están de moda desde el Barroco. Entonces, además de sus implicaciones históricas, ideológicas, y psicológicas, el gel tiene un aspecto estético muy importante.

Hoy en día tal vez más que nunca antes (repito, dentro de la cultura Occidental), cada individuo es responsable de sí mismo y toma de una manera activa sus decisiones personales. Hay cada vez más libertad para tapar o destapar lo que uno quiera del cuerpo, incluso de tatuarse o perforarse la piel, y experimentar con el peinado, como consecuencia de nuestro impulso hacia el cambio y la innovación, y se agrupan las tendencias en estilos y modas muy específicas, como consecuencia de nuestra necesidad de separar en pequeños grupos bien delimitados.

Abrazando esta necesidad como parte de mi humanidad, me satisface dibujar una raya gruesa y definitiva entre quienes eligen usar gel y los que no. Siempre dentro del cuadrado se pueden dibujar infinitos cuadritos: habrán consumidores de gel obsesivos que pasen por varios botes en unos meses, habrán quienes recurren al gel en épocas de sus vidas normadas por un trabajo exigente o afectadas por un periodo de paranoia y estrés, y habrán consumidores que en verdad utilizan el gel con fines igual de estéticos que quien decide hacerse un afro. En este último caso, no hay distinción entre el que usa gel y el que se hace el afro, aunque Freud probablemente diría que la elección revela mucho. Se trata de gestos con un mismo origen: el de querer ser vistos. Los consumidores de gel “típicos” también son vistos, pero su uso nace de la necesidad de domar, aplastar, moldear y delimitar su pelo, haciendo que parezca otra cosa. Cabe aclarar, como paréntesis, que yo identifico un grupo de consumidores de gel “de closet” que cumplen con las mismas características de quienes usan gel, sin usarlo. Pero el hecho de que se lo apliquen en el pelo, característica esencial de ser mamífero, le da un aspecto reptiliano. Usar gel viene de una profunda vergüenza de sí y de lo humano, de querer no sólo ver sin ser vistos, sino retroceder, fingir que no se es nada de lo que se es, jugar a ser la serpiente que tiene todo bajo control y vigila los niños en el Paraíso.

19 ago 2010

Mi alquimia del verbo

A simila
E valora
I limita
O fuzca
U ni forma...

17 ago 2010

Poem for Her Eyes

Alone long whiles and long exposed to doubt
Devout along the edges of the breezy shores but never
Too far in or too far high or dry
The breeze quick paced and slightly jingling
Acts chords for all her skeptic cornered wondering
And dances with the notion that the time
Is spread and stretched like awkward caves inside the light.
She often shudders and feels night.

15 ago 2010

Llegar a ser árbol

El error parte de encontrar belleza en el otro y confundirlo con tu propio reflejo.

The people are ultimately the people, and we don't speak the same language in general anyhow... be they strangers from another land or your next door nieghboors because those people, all people, are still crowds with whom little identification is possible, if not certain individuals, if not at certain moments, if not under a code that I still can't decipher, which is the freest and surest way to communication, peace, and understanding.

You gotta be crazy! Because that's just losing the denial.

But everyone is just as crazy as you, but in their individual, and in ther moments, so that even if we all really work the same way it's all a jumble anyway because life is a thing we each take in fully on our own... and I write this cynnically and not in a fervor because words know they're always saying the same things but they like being and they like coming and they like saying... words are here to stay, if only, here as memories of memories (echoes! echoes!) of brief lapses of understanding and that bridge we formed between our selves and ourselves, these bridges that save you from the momentum and collapse of too much consciousness...

El segundo error parte de creer que no hay belleza.

Reconozco que el otro no es mi espejo, justamente es la salvación del espejo. En la naturaleza hay belleza.

Recuerdo un poema de Hart Crane. Increíble fusión de lo imaginario con la naturaleza. The Garden Abstract.

The apple on its bough is her desire,—
Shining suspension, mimic of the sun.
The bough has caught her breath up, and her voice,
Dumbly articulate in the slant and rise
Of branch on branch above her, blurs her eyes.

She is prisoner of the tree and its green fingers.
And so she comes to dream herself the tree,
The wind possessing her, weaving her young veins,
Holding her to the sky and its quick blue,
Drowning the fever of her hands in sunlight.
She has no memory, nor fear, nor hope
Beyond the grass and shadows at her feet.

Does nature sleep? What gardens can sprout inside ourselves? Nature is like music... wisdom is rythm. Doesn't music say? Yes, and words sound.

Entiendo poco de lo que he escrito, de lo que he leído, y cómo se relaciona. Mala señal, lo sé. Sólo sé que si entre todos los dormir y despertares, separara entre realidad y sueño, ésta sería la imagen de mi Sueño, la dirección de mis pulsiones:

Planto una imagen del árbol en la mente (la semilla), y claro que va a crecer. Si llegara a ser árbol... tendría Nombre porque tendría raíces. Tendría tronco para unir mis ramitas, para que a todas les puedan salir hojas. Quién sabe, tal vez flores y frutas también. Por lo pronto, soy sólo ramas sueltas. Con hongos. Los hongos no son yo, sin embargo están ahí.

Si llegara a ser árbol... no necesitaría más palabras. Sería vida.

12 ago 2010

Paciencia

vivir para poder escribir...
leer para poder escribir...

escribir para poder vivir.
leer para poder vivir.

nunca vivir para vivir.
uno escribe por insuficiencia.

Quien calla ya encontró las respuestas para sí mismo y sólo le queda escuchar.
Quien responde con silencio tiene la seguridad de que se comunicó.
No necesita confirmaciones porque no le darán nada.
Abraza al otro con su compañía, porque reconoce la riqueza de que el otro esté ahí.
Quien ha llegado a las paradojas y sigue quieto reconoce el valor de la vida por la vida.
La abundancia y la diversidad ya no le parecen discordia.
O esa discordia no le hace ruido.
Quien encuentra la paz encuentra la realidad de la ilusión, y no sólo la ilusión de la realidad.
Paciencia es paz puesta en práctica.
Sin necesidad de imponer para encontrarse a sí mismos, los pacientes esperan a que la vida los transforme.
No sienten culpa aunque ya perdieron la inocencia.
Se bastan a sí mismos así que no se apropian de su entorno. No lo hacen suyo. Suspenden la búsqueda. La búsqueda por Nombres.
Así, llega sola la palabra. Con paciencia.

11 ago 2010

Escritores escribiendo

Sobre escribir

Sobre escribir

Sobre-escribiendo.

Crisis

Hace mucho tiempo, cuando era joven, hubo un momento en el que volví a nacer. Tuve que revaluar todo; simultáneo a un hastío y un profundo absurdo por haber llegado al fondo, conocí el encanto del espejo y las posibilidades que había de estarme creando siempre y de hacer la vida lo que yo quisiera. Caminaba con música en el cuerpo, bailaba, me perdí en la selva oscura. Verdaderamente como un niño, me dio un impulso implacable y divino por jugar. Sin embargo, no de un niño era la inestabilidad que manejaba, ni la risa de loca, ni las lágrimas de desesperación, ni los oídos cerrados, aturdidos por ruido. No era capaz de tararear para anular la voz de mi mamá diciéndome qué hacer; ya no tenía la ingenuidad de una niña. Mi renacimiento fue una sacudida, caída tal vez; la pérdida de algo sin ganancia cierta para compensarlo, aunque algo que quizá valía la pena perder. O ya era hora. O quién sabe, más bien la crisis fue que no lo pude soltar. Del todo. Algunos le llaman fe, otros sentido. Yo daba marometas intentando agarrarme no sólo de eso, sino de un sinnúmero de cuerdas colgantes. Pero ya no creía en ninguna. Ya colgaban de las nubes y yo flotaba sobre un río. Entonces quería no querer agarrarme de nada. Quería ser parte del movimiento, o quedarme bien quieta. Fluir, coordinar, estar en paz. Cuando la inquietud comienza a matarte en vez de hacerte sentir viva, te dejas de aspiraciones de ser como Rimbaud y te llama mucho más la idea de ser un sabio meditabundo. Colgar piernas cruzadas de un árbol. De cabeza. De ser un animal. Después de haber sido humano. (Ser niño. Después de haber sido adulto). (Experimentar con la insensibilidad 2, después de la hipersensibilidad, cúspide de la escala de los tipos de sensibilidad, de menor a mayor, empezando con insensibilidad 1). Escalas ¿circulares? ¿espirales?

La sensibilidad siempre fue un tema en el amor: el que yo creía más puro, cuando te enamoras únicamente de cómo es una persona y no de quién es, lo que existía era una compatibilidad de sensibilidades. Pero también me preocupaba no subestimar la sensibilidad que no era como lo mía: me sorprendía lo poéticas que se volvían las personas al hablar de su propia sensibilidad y me sentía culpable por haber sido tan ciega y un tanto… insensible. Nacía un amor mucho más interesante, que enseñaba a crecer, y quizá se agotaba más rápido pero tenía fe en que podía ser lo contrario, el más sólido. También perdí esa fe en poco tiempo.

¿Cómo emprender el camino a la paz? ¿Cómo articular la acción en una vida absurda? Quizá reconociendo que lo complicado de la filosofía de uno es separable de lo complicado de la vida misma. La crisis ahora era por decidir qué ser. Sabía que era una decisión, síndrome de no saber a quién apoyar en un argumento: todos los puntos me parecían legítimos. En otro sentido, insuficientes para serlo más que los demás.

Pero yo tampoco tenía la respuesta, y las palabras qué mundo revelaron ante mi individualidad. Me malacostumbraba a escribir en segunda persona. Aún más ególatra que llenar de “yo” la página: la estaba diciendo a los demás que les pasa lo mismo. Ya era muy cierto que sola, mejor acompañada, pero ahora cuando cerraba los ojos soñaba con el mundo que me rodeaba. Lo externo se volvió la fijación.

Yo vacilaba entre muchos pasillos del laberinto: hay letreros en las entradas de los pasillos que uno debe leer. Y luego pensar…

El mundo sensorial no me haría “mejor persona” (menos narcisista). Así justificaba las vueltas que daba en mi cabeza, porque era más importante que sentarme sólo a ver y escuchar. Pero sí había una posibilidad de que hundiéndome en ese mundo sensorial encontrara un equilibrio y una ¡vaya! felicidad que tendría un efecto en mi pequeño entorno, y finalmente, me despreocuparía. También sería aislamiento: en mí, ese camino conduciría a la misma pérdida de mi identidad. El mundo externo, el que masticaba y digería en mi cabeza, tenía un sabor más vivo y más sólido que el de mi propio reflejo, que sería con lo que jugaría si concluyera que la gran mayoría de mi experiencia vivencial es incomunicable. Seguía viviendo por la comunicación y creyendo en ella. Pero ahí encontraba un error, porque querer comunicar constantemente mi experiencia vivencial también era una fijación con el espejo. Y creer en algo así me volvía a causar dilema.

¿Qué pasaría si perdiera las palabras? Ése era mi verdadero miedo. Sin la palabra no tenía nada, ¿qué certeza? No me dejaba distraer, pero a veces debía obligarme. Debía obligarme a sentir el pasto y reírme por el ángulo del edificio y recordar que estoy sorbiendo un té delicioso y reír por lo gracioso y olvidar mis obsesiones, que tanto me permitían asociarlo todo, construir mi mundo incomunicable donde todo tenía ese tono. ¡Qué melancolía! Y sí lo hacía, sí me distraía. Son ratos.

Intenté dividir mi tiempo. ¿Qué no ven que eso es el tiempo? Nuestro pase automático entre máscara y máscara… ¡hay que jugar! Decidí ser más activa, concentrarme, ejercitar mi cuerpo, aprender a ver. Pero vivir para comunicar. Para cantar. Para sonreír por lo menos y así besar la belleza que veía. Ser luz. Y crear el verbo. Creer en el verbo. Cuando quería únicamente escuchar, leer era la mejor forma. ¡Bellas y complejas reflexiones, vivas y resignadas a la vez, de voces de otros! Nada de presión, lo que ellos me querían decir que yo escuchaba cuando quería y porque a ellos los elegí. Hay que ser selectivos. La mayor libertad a la que podemos aspirar es la de no tener que convivir forzadamente con lo que no encajamos. Sentir, ya sea por ilusión o porque realmente logramos encontrarlo y / o dejar que se acomode, que estamos viviendo lo que nos corresponde. Era un verdadero goce y me sentía privilegiada, pero también sufría mucho no alcanzarla por completo. Culpando ahora a mi entorno, me sentía trágicamente atorada en un mundo sobrepoblado y de gente invasiva que muchas veces me hacía dudar de mí misma. El infierno son los otros. Y volvía a lo mismo, aunque tenía mis libros y mis palabras todavía y me refugiaba en ellas.

Un maestro mío lo dijo un día, y sonreí por el placer de sentir, como pretendía hacer todo el tiempo, que estaba en el lugar adecuado. Dijo que falta mucha “efervescencia juvenil sobre el hecho lingüístico”. Y que eso se explora en los ensayos, finalmente. Los ensayos de creación, that is. Los que abren mundos.

En esta ruptura, oleaje de encrucijadas, apareció la tentación de la esquizofrenia cuando la fe en lo comunicable menguaba, pero la obsesión por las voces seguía igual de viva. Tenía una libreta para mis voces y una libreta para las voces de otros… lecturas y clases, principalmente. Reconocer a varios dentro de mí me enajenó de un mundo poblado de Narcisos. Así lo veía yo: “Narciso –el emblema de la humanidad”. Comenzaban mis personalidades a debatirlo, y hacía las voces de personas más felices que yo, y la voz del que no intelectualiza. Personas enteras, con unidad. Sobre todo las que ganaban el argumento.

“Ay, pobre, se proyectó. Se identificó con el mito, que es finalmente un tipo psicológico”.

“¡Pero se nos olvida que el mito no siempre se vio así. Antes eran afirmaciones sobre la humanidad. Era naturaleza ‘divina’, del hombre finalmente”.

“¿Así que nos clavaremos con los mitos?¿Y por qué ése? ¿Y entonces la imaginación es respuesta , reacción a la realidad? No podemos olvidar… ¿qué prejuicios artificiales tiene? Por un lado los mitos, el imaginario colectivo, la evolución histórica y dirigida, digerida, del pensamimento humano. ¿Entonces sólo tu voz individual vale? Ya entiendo por qué elegiste el mito de Narciso…”

“¡Mi punto es ése! Sólo me atrevo a decir que todo el mundo llega a eso, y es tan a su forma, en lo que los distingue, en lo que los hace orgullosos de ‘estar viviendo’, que no cabe otra forma de comunicar que la de traducir esa esencia, y hemos construido un imaginario, un lenguaje y referencias, como los mitos, para hacerlo. Pero promovemos ser conscientes y no nos la creemos, entonces somos, finalmente, Narcisos sueltos en el bosque que saben que sólo aman (porque sólo tienen realmente) su propio reflejo. Se ha ido aviniendo: el cuerpo es una cárcel, la vida terrenal es una sombra, pienso luego existo, yo nací ya muerto en este mundo y estoy rodeado de fantasmas. Muchos lo han dicho”.

“Interesante. Estás tan seguro de tu inseguridad que casi me has convencido, y estás acostumbrado a creer que puedes, si te expresas bien. Pero no, yo no lo vivo así y no me importa cuántos sí y lo hayan dicho, también habrá para cada uno varios críticos y también críticos de esos críticos y no me interesan. A mí no me traba. Yo sí me enamoro del bosque, aunque no crea en los mitos o no en todos, o no en la necesidad de realmente creerlos, en fin entiendo el fenómeno de Dios y creo que vivo libre de él sin susitituirlo por ‘razón’ u otra droga, y entonces puedo enamorarme de la vida misma y también de su parte demoniaca. Sí juego y no sólo me masturbo. Y definitivamente intento evitar los masoquismos. Eso de ser Narciso, ¡qué dolor auto-infligido! Quienes lo veían embobado con su reflejo, muriendo por ello, sentían una profunda tristeza. Pero si te gusta la masturbación más que el sexo y el placer de doler y arder, sé un buen Narciso, uno que no se preocupa porque los demás sean como él. ¡Ni siquiera se acercan los demás a su grandeza! No le interesan. Ni siquiera me has convencido de que eres realmente narcisista, mucho menos los demás.”

Muchas veces estos personajes que me alegaban mis dudas e inquietudes las nulificaban y me daban fuerza. Era yo muy atormentada por tener delirios de psicóloga, filósofa y literata. Mi fijación por las palabras se ligaba al pensamiento, a que siempre estamos pensando y queramos o no es en palabras. Sentir con el pensamiento, hacer que el pensamiento nos dé sentido, qué vago sueño de esas tres personalidades. Los psicólogos, concluí, leen el pensamiento de los otros. Se los explican. Son los más self-righteous. Filósofos cuestionan e intenta llegar al origen. Buscan la duda pretendiendo esclarecer. Son los más locos, absurdos, contradictorios (adjetivos ambivalentes, como ellos). Los literatos juegan con sus propias palabras. Y sí, las de los otros.

Decidí ser más literata que lo demás pero sin ignorar que también tenía los otros impulsos. Fue la manera de divertirme más y sentir que creaba al mismo tiempo. De sentir que no hablaba con fantasmas, ni de que me imponía, quitándole violencia a mi persona. Así también bajó la esquizofrenia, ya no era tan desesperada, tan ajena al mundo. Me sentí tan segura que escribí en forma de un viejo recuerdo lo que me estaba pasando en ese momento, tan asimilado y cuerdo lo sentía.

Poemar (Poema-mar)

Inspirado vagamente en el poema-río de Juan L. Ortiz


Inabarcables innavegables como el mar

Las voces bajo la palapa

El registro de las hamacas

Buscando orillita de mente,

Dejar huella coherente,

Palabras como lluvias en arena...

“Y nunca fue así”,

Lo que nunca llegaron a ser y

Cosas por el estilo,

Más mucho más café y caldo

De mariscos, siestas, sosiegos, confusiones,

Movimientos que nunca se expresarían

Expresión, más que eco,

Más que recuerdo de recuerdo hueco,

Lágrimas y euforias de sal,

Canciones sin cantar

Y sin cortar,

Dudas sobre amores que no pudimos agarrar...

Sentí amor sin poder amar,

Querer amar sin poder amar

Poder a mar

Sin poder amar

Al mar

Al mar

Sin poder al mar...

Realmente moscas zumban siempre,

¿en qué paraíso estamos?

Realmente no nos vemos,

O vemos demasiado,

Creemos que la acción se reduce

A suspender el ver

O responder

A un impulso accidental forzado

Que con piruetas hacemos ver deliberado,

Pues no entendemos de lo que más sabemos...

Y aunque no abarcábamos,

Navegábamos,

Cambinando el

Rumbo siempre,

Ya no más ingenuidad,

No hay volantes,

Y las estrellas no son para orientar,

Hay que dejar de verlas como un techo,

Como gomitas de mascar,

Son más que eco, más que hueco,

Más que sal...

Nos dejábamos hablar,

Hablar era compartir hablar contigo

Mismo hablar vivir

Hallar el verbo

En tu pensamiento,

Algunos creen en ello

Otros ya ni en eso,

Pero de todos modos hablan,

De todos modos marcan,

Aunque quede en el olvido...

Del olvido sin respiro

Con suspiro

Suspendido

Del olvido que se cree deliberado

Intencionado, recordado,

Que nunca se escribe

Ni revive,

Siempre es algo diferente

Y se siente

Como las olas del mar...

Olas de azotes y grandes dudas

Olas con espuma

Que nunca des ni esperas

Siempre te sorprenden

Eso te hipnotiza,

Pero también el ritmo

La certidumbre

El pulso,

Y vas pariendo

Olas como acordes

Y ya es la música

Que musas

Extrañamente

De los labios y pupilas...

Ya todos nos veíamos en paz

Y nos oíamos

Hacia afuera, los lados,

Por la música que nos unía

Y las palabras entraban

Extrañamente

Con cierto ritmo impredecible

Sólo para nosotros,

Y el cuerpo nos rehuía

Se quejaba impaciente y desmentía

Nuestra farsa de vida

Y nos pesaba y fallaba

Cuando caminábamos en la arena

Cada paso nos hundía

Con su peso mineral...

Luchamos para creer que

Conocíamos el mar

Prendimos velas y nos abrazamos

Bajo las tormentas

Y vimos el cuadro completo

De espuma a horizonte...

El mayor aferramiento:

Todo lo que negamos

E ignoramos

A pesar de darnos cuenta:

Que nada

Está compuesto de palabras...

Ejercicio de speed writing

Un ejercicio de dejar fluir las palabras, consiste en sacar una frase al azar para empezar un párrafo y escribir durante cinco minutos sin parar y sin pensarlo. Normalmente tres párrafos llenarán la hoja, y pueden o no tener relación entre ellos. Más bien es eso lo que descubres. No soy muy partidaria de los "ejercicios" para escribir, pero tienen sentido y es divertido. Queda algo que mínimo es interesante, aunque sea para quien lo escribió. Para mayor disfrute, escríbase en máquina para escribir, a la antigüita.

It is not the rose of naked petals, it is the stem and thorns and rapid sliding water the petals never matter for they fall and quiver at the slightest touch it is the part of the rose that is not naked I kept, but you did not give me that. I always remembered your gaze and your sly sly smile giving me something that was about to die but I didn’t buy it. I broke it in little pieces and felt the juice and felt them like my fingers only so much more alive, how sad what a terrible gift flowers. I’m glad you went away. I’m glad we died that night and I still have the broken stem to remember it


At six o’clock we waited for the coffee. We didn’t know anymore why we waited or what we waited for, if it was really the strong morning coffee that never woke us anymore or just an excuse to sit staring and never ask the impossible questions, the tricks the light played on the music and the wounds that came from the back room and all the dust in our smiles we avoided. It wasn’t the coffee but that was all we had, at six when the sun was rising and in the evening when all was done, we stared into our cups at the blackness and it was all we ever imagined it would be. How we loved to hear ourselves talk. Thoughtless, so different than hearing yourself think, only sometimes the coffee spilled and we would both get angry, more at ourselves than at each other, and we’d hurry to clean it up.

Twelve years back when I had to leave and you knew it but you didn’t know yet the shadow that would stay at your feet I knew you would sit every morning and evening and painfully drink a slightly more bitter coffee bout you would never admit it to me or yourself or anyone, maybe the bees but the flowers also never. I never felt like I left, to me it was that the coffee table left, and not even the bees because they still followed me around through other orchards and believe it or not I didn’t miss you but I still came back. You are a setting I need to check on, an echo I must confirm still calls back from the depth of the cave of my memory. Such sad little shoes and a paper thin smile that screams dryness to the daylight, you make me laugh and always did except when I was trapped or when you gave me the rose because then you made me cry.